martes, 14 de septiembre de 2010

Ajedrez y Literatura (I)

Por Enrique Biedma.
El ajedrez ha tenido su lugar en la literatura universal, si bien, lamentablemente, los escritores que han escrito sobre él, no eran ajedrecistas, ni siquiera simples diletantes. Quizá por eso la literatura ha contribuido a reflejar los prejuicios tradicionales de los no ajedrecistas sobre el ajedrez y los jugadores de ajedrez. Existe en la psicología popular una doble imagen, por lo demás contradictoria, sobre el ajedrez. Por un lado, se considera que el ajedrez es el paradigma de la inteligencia, es decir, si juegas bien al ajedrez, es que tienes que ser muy inteligente. Por otro lado, resulta sospechoso que una persona dedique tantas horas al estudio de unas piezas y un tablero de madera; se piensa que eso es una especie de divorcio con la realidad, que puede conducir fácilmente al desequilibrio psíquico. Sí, quizá un campeón mundial de ajedrez sea un genio, pero a la vez, como todos los genios, será seguramente un tipo raro, excéntrico, ensimismado en el juego y alejado de la realidad, alienado.
Las dos novelas más importantes que se han centrado específicamente en el ajedrez son "El jugador de ajedrez", de Stefan Zweig, y "La defensa", de Vladimir Nabokov. En la primera de ellas aparece este dualismo: el ajedrez es visto por el autor poco menos que como algo enviado por los dioses para ensanchar el alma humana. Sin embargo, es visto a la vez como una matemática que nada calcula, una actividad intelectual muy intensa pero, en definitiva, trivial. El campeón mundial que aparece en la novela es retratado como un perfecto inculto, un estólido pagado de sí mismo, arrogante y desinteresado de todo lo que no sea ganar al ajedrez. Su oponente, un ex-prisionero de los nazis, que se aprendió de memoria más de cien partidas de Alekhine para no volverse loco al estar aislado en una celda por los nazis sin contacto alguno con el exterior, consigue así resistir al infierno del aislamiento, pero está a punto de volverse loco, con el alma extraviada. Sólo alejandose definitivamente del ajedrez consigue curarse, aunque no será una verdadera curación, sino sólo una remisión: cuando vuelve a jugar con el campeón del mundo, aparecen los fantasmas del pasado. Para Stefan Zweig, pues, la práctica asidua del ajedrez conduce inevitablemente a la locura.
En "La defensa", de Nabokov, también se recogen los prejuicios sobre los ajedrecistas. El protagonista de la novela es un genio del ajedrez, un tipo raro e introvertido que vive encerrado en el mundo de las 64 casillas, a quien le resulta muy difícil relacionarse con las personas "normales" (léase no ajedrecistas). Se enamora de una chica, y sólo podrá estar con ella y librarse de sus alucinaciones causadas por el ajedrez cuando acepta someterse a los convencionalismos sociales, sobre todo el del matrimonio.
En fin, quizá algún día me vea obligado a escribir una novela y refleje otro punto de vista sobre el mundo del ajedrez, una visión espero que más ajustada a la realidad sobre nuestro juego.

2 comentarios:

  1. Creo que los prejuicios a los que te refieres son en realidad arquetipos y esos arquetipos son útiles a los escritores para montar una historia. Personas como esas han existido y son las que han interesado a escritores como Zweig y Nabokov.

    ResponderEliminar
  2. Mi comentario va en la línea de anteriores comentarios...

    Amigo Biedma: Plantéate en serio lo de escribir una novela con base en el ajedrez. Leyendo tus entradas en el blog,ya estoy seguro de que la novela tendrá "gancho", y será un orgullo para los ajedrecistas, y más aún más para los ajedrecistas onubenses, conocer al autor de semejante obra de interés.

    Conmigo tienes garantizada la compra de varios ejemplares: uno para mi (conseguiré que sea firmado por el autor), y el resto para regalarlos...

    Como tu madre y otros ajedrecistas amigos supongo que harán lo mismo, ¡Adelante! Esperamos esa novela en un futuro no muy lejano.

    ResponderEliminar