miércoles, 21 de noviembre de 2012

KULINARVA TANTRA.

Existe en dicho libro, procedente del Tibet, un aforismo que dice: "por lo que el hombre cae, por lo mismo se levanta". En ajedrez: existe la victoria y la derrota. Ambas cosas pueden destruir al ser humano o impulsarle hacia la liberación (cualquier cosa que eso pueda significar, no entramos en ello). La derrota, incluso sólo el error, puede significar una catástrofe psicológica si uno juega al ajedrez con una motivación orientada hacia el resultado, es decir, hacia el ego. Sin embargo, puede ayudarnos a crecer si nuestra motivación al jugar es intrínseca u orientada hacia la tarea (el ajedrez en este caso). En ese último caso, perder significará un paso más en el conocimiento de uno mismo, y no sólo ajedrecístico sino, y eso es fundamental, humano. Cómo afronta una persona la derrota, en el ajedrez o en la vida, nos dice mucho sobre esa persona y sus valores y actitud general ante la vida, ante el ser humano. Si uno es competitivo, perder será motivo de frustración y de conflicto, y esa persona será igualmente competitiva en sus relaciones personales, será un resentido y sentirá amargura, y contribuirá a construir una sociedad orientada hacia el egoísmo, y no hacia la cooperación, la amistad, la solidaridad, etc.
Ayer leí a Bronstein en su extraordinario libro "Aprendiz de Brujo". Nos dice este defensor del ajedrez como arte: "el cerebro humano no fue creado por Dios para ser calibrado numéricamente" (se refiere al ELO).... Tengo un artículo (prosigue Bronstein) del profesor ELO en el que ya advirtió, al introducir su sistema, que no se debían sacar conclusiones apresuradas; que solamente refleja los resultados en torneos durante 3 años, y que esto no tiene nada que ver con la fuerza de un ajedrecista". "En general, la existencia de un campeón me parece atávica. En el arte auténtico ¡no debe haber campeones!" "Un laureado es el ganador de algún concurso definido, ¡no un laureado per se! En mi opinión hay gente que no entiende la palabra "campeón" correctamente, y quieren añadirle una especie de significado absoluto" (fue el gran error de Fischer, añado yo). "El ajedrez ha perdido sus entusiastas: ya no acuden a los torneos, y en lugar de eso, juegan con sus ordenadores en casa. Un auténtico amante del ajedrez no se preocuparía lo más mínimo por cuánto dinero le ofrece un patrocinador". Etc.
Si esto le ha interesado, lea "Aprendiz de Brujo", de Bronstein, si realmente usted ama el ajedrez, sin más, adquiera esta joya de libro. Es el que mejor define la personalidad de este genio, más aun que "El ajedrez de torneo", y además, nos ayudará a amar el ajedrez y vivir en su grandeza y profundidad este juego que, probablemente, como dice Karpov, fue creado por genios o quizá viene de otro planeta.

5 comentarios:

  1. Interesante artículo, e interesantes reflexiones, Enrique...Dan que pensar...

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  2. Y un gran libro el que Enrique recomienda. No sólo por las opinones de Bronstein, siempre originales sino por ser un compendio del arte del genio ucraniano que maravilla por donde quiera que se abra.

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  3. Enrique:
    Muchas gracias tanto por la información como por tus reflexiones compartidas.
    Todos sabemos de la grandeza de Bronstein, aunque yo reconozco que me encuentro entre los que no lo hemos leido suficientemente.

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  4. En relación con tus reflexiones sobre errores y derrotas, todos sabemos, y es algo en lo que insisto a los chico/as, que es de los errores de lo que se aprende, y si no hay errores (eso es muy difícil) o si no los vemos ni reconocemos (esto es mas frecuente), será difícil aprender y percibir el camino de la mejora de nuestro juego.
    Y no necesariamente hablo de los resultados deportivos, sino de la sensación de ver cómo crece nuestro juego (o el de los chico/as a los que preparamos), como mejora la coordinación de las piezas y tener a veces la sensación, cuando se coordinan bien, de que bailan sobre el tablero.

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  5. Al leer lo que escribes, Miguel Ángel, he recordado las sensaciones que experimentaba, hace ya mucho años, cuando por primera vez veía las partidas de José María Manzano: la coordinación de sus piezas era tan armoniosa, que me producía una sensación parecida al que siente un melómano al oír una sinfonía.

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