miércoles, 11 de julio de 2012

DAVID BRONSTEIN



DAVID BRONSTEIN (dedicado, sobre todo, a Diego Gómez).

David Bronstein nació cerca de Kiev en 1924, en la actual Ucrania, que entonces era parte de la URSS, y  murió en 2006 en Minsk (Bielorrusia). Fue uno de los mejores ajedrecistas de la historia, así como uno de los más admirados, tanto dentro como fuera del tablero. Además de Gran Maestro, fue un notable escritor. Su obra "El ajedrez de torneo", dedicado al torneo de Candidatos de Zurich de 1953, es uno de los mejores libros que se han escrito sobre ajedrez (muchos opinan que es el mejor libro de ajedrez jamás escrito). Su historial deportivo es sobresaliente: dos veces campeón de la Unión Soviética, ganador del Torneo de Candidatos de 1950 y "campeón de medio mundo" al empatar con Botvinnik en la final del campeonato del mundo. Sus partidas y su concepción general del juego demuestran que el ajedrez puede ser considerado y vivido como un arte.

Bronstein era un verdadero amante del ajedrez. Casi lo vivía como si fuese una religión, y él, desde luego, era uno de sus custodios. En una ocasión, en una partida contra su amigo Boleslavsky, pensó 50 minutos antes de hacer la primera jugada (que resultó ser e4 -nada nuevo-). ¿Quizá se le había olvidado algo? ¿No recordaba dónde estaba? Seguramente se sentía ensimismado por la belleza perenne del ajedrez, o quizá se había propuesto descubrir algo nuevo, algo que nunca se hubiese jugado hasta entonces. Casi en estado de trance, recordó de pronto dónde estaba y avanzó el peón de rey dos casillas.

Como es natural, vinieron los apuros de tiempo. Pero Bronstein está tranquilo. El ajedrez y él son uno solo. Otros, en su situación, hubiesen cometido algún error fatal como resultado de los nervios pensando más en el reloj que en el tablero. Bronstein no piensa en el reloj sino en el tablero y gana la partida. Y cuando ésta terminó, modestamente empezó a explicar a su amigo todo lo que había visto durante la partida. Era un mundo de variantes fantásticas. Normalmente el sentido de realidad acudía para restablecer el equilibrio, aunque hubo ocasiones en las que Bronstein se internaba audazmente en lo desconocido, haciendo caso omiso al resultado en una búsqueda de lo inalcanzable, desafiando todas las reglas establecidas, el dogma y la ortodoxia. Fue en una de esas situaciones en las que pronunció su famosa frase: "por lo que veo, el ajedrez competitivo no es para mí". Le sucedió en una partida con Fuderer, en un match URSS-Hungría. Bronstein había cazado a su oponente en una variante preparada. Resultado: un peón de ventaja sin compensación alguna y, lo que para él era maravilloso, abundante tiempo para pensar. Aquel día, Bronstein, intrigado porque uno pudiese jugar ésto o aquello o lo de más allá, se sentía feliz al percibir que su arte era inagotable, y que su cerebro no podría nunca abarcar aquel universo lleno de posibilidades inabarcables, de combinaciones mágicas y sorprendentes. ¿Qué más daba el resultado? ¿Qué importaba cualquier otra cosa? Aquel día, ese sentido de realidad que siempre le traía de vuelta al prosaico mundo exterior, le abandonó. Sí, Bronstein decidió dejarse extraviar por sus vagabundeos imaginativos y... agotó su tiempo en una posición con ventaja abrumadora.

En 1951 está a punto de vencer a Botvinnik, lo cual no era su objetivo. Lo que él se propuso, nada más, fue demostrar que había otra forma de jugar al ajedrez. En aquella época Botvinnik era el patriarca de la escuela soviética de ajedrez e impuso una moda consistente en el análisis casi matemático de las aperturas y de los finales de partida. El resultado deportivo era de importancia suprema, y el ajedrez se consideraba una ciencia. Hacía ya años que el ajedrez había sido instrumentalizado por los mandamases de la "nomenklatura" como arma de propaganda ideológica. Bronstein abomina de todo eso, no quiere que aprisionen y ahoguen su espíritu, y entonces, él, el creador, llega al límite de todo lo conocido y descubre, más allá, la belleza de las profundidades insonsables. En sus manos el ajedrez no es una ciencia: se transforma en un arte, casi en una mística. Botvinnik se tambalea ante la fantasía, el orgulloso patriarca está a punto de perder, pero en un esfuerzo supremo gana la penúltima partida y empata el match. Bronstein ya no volverá a llegar tan lejos en lo deportivo, pero a él le daba lo mismo. No le importaba una marca personal, no le importaba el culto al ego, él sólo vivía para jugar al ajedrez.

Jugó partidas sorprendentes. Cuando tiene casi 50 años, juega contra Ljubojevic una extraordinaria partida de ataque con impulso y fantasía juveniles. En un tablero lleno de piezas, su rey se interna audazmente en el campo enemigo arrasando todo a su paso cuando su bandera está a punto de caer. Es considerada la partida más hermosa de 1973. Una de sus partidas con Korchnoi ha pasado al patrimonio de la fantasía ajedrecística.

Como persona, era amable, correcto, modesto, de pensamiento independiente, inteligente y sofisticado y dispuesto siempre a jugar con cualquiera y a analizar cualquier posición. En una ocasión (y lo vi en persona), le asignaron una mesa especial donde sólo él podía jugar en una especie de homenaje. Aceptó jugar en esa mesa sólo la primera partida, por consideración hacia la organización, pero no quiso seguir jugando en ella el resto de las partidas.

Le vi por primera vez en 1994, en un Open que se jugó en Córdoba. Era ya un hombre muy mayor, y se dió cuenta de la admiración que sentí al verle en persona. Por mi culpa casi se tropieza. Pero su rapidez de reflejos (era un open de rápidas) se me ha quedado grabada, y sigo sin explicármela.

Bronstein ya no está aquí con nosotros, pero a veces me gusta pensar que su espíritu nos sigue visitando, y se pasea por entre las mesas de ajedrez, descubriendo posibilidades sorprendentes. A veces pienso que Bronstein regresa a su casa natal, desempolva su viejo libro de partidas de Morphy y reproduce en su tablero las partidas del genio americano que le eran más queridas. Bronstein ya no está físicamente, pero su espíritu sigue presente cada vez que uno reproduce una de sus partidas o vuelve a abrir "El ajedrez de torneo", quizá el mejor libro de ajedrez jamás escrito.


4 comentarios:

  1. Brillante. Me ha encantado acercarme a tan especial persona. Enhorabuena

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  2. Muchas gracias, Enrique, por la dedicatoria. Me voy a permitir incluir un par de anécdotas relativas a aspectos mencionados por tí de la personalidad de David Bronstein. Una vez un comisario político presenció en un campeonato soviético a David gastar mucho tiempo antes de su primer movimiento preguntoó a un colega si los jugadores habían entrenado antes de la competeición y cuando le dijerón que sí , inquirió: "¿Y en un mes no ha podido preparar la primera jugada?"
    El gran maestro checo Salomon Flohr le recomendó en otra ocasión que si tanto le gustaba pensar antes del primer movimiento llegara a la sala una hora antes de la ronda y él contestó "¡Sin el reloj en marcha no disfruto!"
    Cuando un comentarista de una revista rusa de ajedrez le fue preguntando a cada gran maestro de la elite soviética (que era la mundial) cual era su preferida entre las partidas de la historia del ajedrez, todos citaron partidas de los 30 años anteriores, con la sola excepción de Bronstein que citó una del encuentro entre Deschapelles y La Bourdonais en 1824, en el Café de la Règence de Paris.

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  3. Enrique: tu semblanza de D. Bronstein es sublime y me ha encantado no sólo el conocer nuevos detalles de su biografía sino el exquisito tono y estilo con que la has preparado. Con editores y artículos como éste, el blog, y de paso el club, gana muchos enteros.

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  4. Recomiendo a los lectores de esta estupenda entrada que no dejen de reproducir las partidas que Enrique enlaza en el comentario. La famosa partida con Ljubojevic, está muy interesantemente analizada además en el libro "Aprendiz de brujo", por el propio Bronstein y previamente por Paul Keres, y luego fue una de las partidas escogidas por el gran maestro holandés Jan Timman para su libro "El arte del análisis" que en su día editó Jaque, para quien le guste llegar hasta el final de la última variante posible (y sin programas).
    El final de la partida con Korchnoi está muy ingeniosamente relatado por Antonio Gude en su "aproximación a D. Bronstein" en el comienzo de "El ajedrez de torneo" del genio de Kiev.
    Pero en cualquier caso es recomendable no dejar de ver, al menos, los movimientos en los enlaces de esta entrada. Y de nuevo, gracias, Enrique, "è vero e è ben trovato"

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