viernes, 15 de julio de 2011

Eran otros tiempos...

Sí, eran otros tiempos, no sólo para el ajedrez, sino para la sociedad en general. Pero, ciñéndonos al tema que nos ocupa, que es el ajedrez, retrocederemos hasta 1972, cuando Spassky y Fischer estaban dispuestos a dirimir la supremacía mundial, en el debate ideológico, en torno a un tablero de ajedrez. En aquellos años, el título de campeón del mundo de ajedrez aun era algo sagrado. Claro que Fischer y Spassky fueron utilizados por los políticos como instrumentos de propaganda ideológica, pero por una vez en la historia, y a causa (que no diré "gracias a") de esa politización, el ajedrez se convirtió, durante dos meses, en una industria floreciente. Por desgracia, Fischer no pudo capitalizar su triunfo ni convertirse en un nuevo líder: sus fobias le llevaron a huir del mundo real, y así cedió el título en bandeja a Karpov en 1975. Pero no acabó aquí el debate, pues el aspirante al título en 1978, Korchnoi, era esta vez un "traidor" a la patria, pues había desertado a Occidente en 1976, en Holanda. Aquella afrenta era aun peor que lo de Fischer. Así, el encuentro de Baguío se transformó en un encuentro vibrante con ribetes de surrealismo en un ambiente tenso de confrontación de guerra fría: parapsicólogos y yoguis, KGB, espías y una profunda animadversión entre los dos jugadores. Y en 1984, el match Karpov-Kasparov vuelve a tener un significado sociopolítico: Karpov es el representante del establishment, y Kasparov representa el espíritu o "zeitgeist" de los nuevos tiempos: la reconstrucción, la nueva Rusia, el fin del escolasticismo y del dogmatismo.

En aquellos años, el campeón del mundo de ajedrez representaba unas ideas, una nueva forma de ver el mundo. El triunfo en el tablero simbolizaba la supremacía de una visión: Lasker y el psicoanálisis, Capablanca y los felices años 20, Alekhine y los nuevos tiempos turbulentos, Botvinnik y el comunismo, Spassky y la coexistencia pacífica, Fischer y el individualismo, Karpov y el establishment, Kasparov y la perestroika. Para el mismo ajedrez, representaba ocupar portadas en la prensa, los controles de tiempo eran más largos que ahora, los matches eran, como mínimo, a 24 partidas, y no había ordenadores que buscasen soluciones exactas, destruyendo así el proceso creativo.

Aquello terminó, más o menos, en torno a 1993, o 1994. Hoy el ajedrez vuelve al cajón del olvido, y los campeones mundiales actuales (nunca hubo tantos en tan poco tiempo como ahora) son seres anodinos, enfrascados únicamente en la búsqueda de novedades en las aperturas, avaladas por el cálculo exacto de una máquina. ¿Qué cobertura se le dió en la prensa internacional al match Anand-Topalov y qué representó ese enfrentamiento? Quizá el nuevo espíritu de los tiempos: el fin de las ideologías y de los valores, el materialismo y el culto al becerro de oro, el nihilismo y el sálvese quien pueda.

3 comentarios:

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  2. El escalón más bajo se ha alcanzado recientemente en los últimos encuentros de Candidatos al título mundial, con un montón de partidas sin lucha, y decisiones de los matches en partidas relámpagos.
    El soviético David Bronstein propugnaba desde los años 50 la aceleración de los ritmos de juego, pero dudo mucho que si el subcampeón mundial levantara hoy la cabeza, no la volviera a enterrar asqueado por una elite ajedricística alergica al riesgo.
    Hace poco Kramnik justificó esto en el sistema de competición, pero yo no creo que toda la resposabilidad sea de la Fide.
    Por otra parte, Enrique, me parece brillante tu identificación de los campeones mundiales con movimientos o características sociales o culturales.

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  3. De nuevo felicitarte, Enrique, por deleitarnos con "estas otras visiones del ajedrez".
    Gracias por tus aportaciones.

    (...Y Diego pone la coletilla)

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