lunes, 3 de diciembre de 2012

El ajedrez, una milenaria forma de conocimiento

Nuestro gran amigo Jesús Romero, filósofo, gran ajedrecista y extraordinario monitor de ajedrez con grandes virtudes pedagógicas (no en vano es Monitor Nacional), compartió este texto en las redes sociales que yo reproduzco aquí para vosotros, dada la sabiduría que contiene. Os dejo con él.
Álvaro Van den Brule.
El ajedrez es un juego que parece ser una distracción inofensiva, pero su calado y profundidad distan mucho de convertirlo en algo ligero y banal. Su metafórica manera de representar las verdades sin vaciarlas de lo esencial, hacen que su trascendencia a través de la historia no sea algo casual.
Una de las ventajas de la metáfora es que nos permite reducir a conceptos más simples y manejables los asuntos complejos. Su sinergia (el hecho de ser una forma híbrida de arte y ciencia a la par) hace que sea más grande que la suma de las partes. En sus vertiginosas profundidades se manifiestan los contornos de la sabiduría. Su naturaleza críptica y hermética a la vez junto con su singular belleza como herramienta de autoconocimiento (Freud dixit), recuerda a la interminable sucesión de un juego de matrioskas rusas.
Su trazabilidad a lo largo de la historia conocida -o que se nos ha permitido conocer-, nos remonta a tiempos pretéritos en los que ya se revelaba íntimamente la pulsión por una forma de búsqueda del conocimiento en su acepción más pura y quizás, mágica.
Hay algo detrás de un jugador de ajedrez que apunta hacia una sensibilidad cultivada. Siendo habitantes de una forma de esclavitud confusa (la propia de la ignorancia no reconocida), podría ser el ajedrez una herramienta liberadora que nos permitiera volar sin quemarnos las alas.
Un ajedrecista es un artista explorando límites, y un explorador en comunión con el arteEs en este cosmos cerrado, en este sanctasanctórum milenario, en este universo de notable complejidad, donde la dualidad jugador/juego se disuelve en beneficio de una realidad que se subvierte en aras de la creación y el arte. Porque esto es lo que es un ajedrecista: un artista explorando límites, y un explorador en comunión con el arte.
El mensaje del ajedrez es claro. La sabiduría vital, esta al alcance de la mano del que quiera crecer, sin pisar el acelerador.
Más allá de la importancia como instrumento del pensamiento, la aplicación de sus técnicas por extrapolación, permitirían crear una sociedad de iguales con miras hacia horizontes lejanos, poniendo en segundo lugar lo competitivo, en beneficio de lo solidario (ejemplo de estructuras de peones sanas).
Aunque muy vinculado como disciplina obligada en el análisis estratégico y táctico en las academias militares más importantes del mundo (Zaragoza, Frunze, Saint Cyr, West Point, etc.), sus aplicaciones y transferencias se pueden poner en práctica literalmente en cualquier área de la economía, diplomacia, política, educación, psicología, autoanálisis…
El indefectible paso de los años que todo lo disuelve no ha podido con esta antiquísima oferta de conocimiento. Es evidente que hay una íntima conexión catalizadora entre este arte, la ciencia y su creador, el ser humano.
Mientras que Cambises II de la poderosa dinastía aqueménida y su ejército fantasma eran devorados por las arenas de Siwa; pretéritos imperios con solera se volatilizaban de la noche a la mañana, y regímenes con vocación milenarista desaparecian, in ictu oculi; las isolíneas de datación arqueológica sostienen, con rigor verificable, que en la tumba de Tutankhamon (1.300. años A.C.) fue localizado un tablero cuadriculado junto a piezas de una más que significativa semejanza al ajedrez tal y como actualmente lo conocemos.
Aunque el parecido sustancial con alternativas chinas anteriores a la era búdica y confuciana, y su relación con el ajedrez en su forma presente, es algo a tener en cuenta, se establece de manera más oficial su entronización o puesta de largo en la historia a través de la Chaturanga, nombre sanscrito que equivaldría a “cuatripartito” y que describía en los tiempos védicos a una unidad básica de combate del antíguo ejército indio equivalente quizás –si se pudiera establecer una comparación apropiada- a la dotación actual de una patrulla de cualquier ejército moderno.
El ajedrez en definitiva propone osadía y prudencia en el mismo pack. Nos enseña a conjeturar probabilidades con rigor y a poner en valor nuestra verdadera estatura. Como dijo en su momento Einstein: “La mente es como un paracaídas, sino se abre, no sirve para nada”.
Finalmente, decir que es este nuevo blog (www.brulearandia.com) una ventana abierta al debate y promoción del ajedrez en nuestro país. Todos los esfuerzos tanto individuales como colectivos, privados, públicos, institucionales o de cualquier otra índole que de buena fe quieran llevar este arte más alto y lejos; son bienvenidos.

1 comentario:

  1. Enrique: gracias por compartir este profundo artículo.
    Jesús: un saludo.

    Por comentar sólo una de las frases del mismo, la referente a osadía y prudencia, me parece claro que es un equilibrio dificil.
    En una de mis recientes partidas (yo con negras, eh!), me comentaba Diego, en tono jocoso y simpático, que por qué no me animaba a pasar alguna de mis piezas más allá de la fila 3ª, pues quizás me estaba pasando de prudencia, lo que a veces dificulta tener un buen juego.
    En cambio, el pasado domingo, a mitad de mi partida, me acerco a Diego y le digo (¡mira, mira, tengo piezas en el campo rival!), pero los hechos demostraron que me estaba pasando de osado al jugar un ataque a la bayoneta avanzando mi peón a g4 y luego a g5 (y es que me apetecía jugar al ataque pues mi rival tenía varias piezas algo desviadas en el flanco de dama), y lo que ocurrió es que mi rival lo defendió bien y acabé perdiendo.
    En fin difícil equilibrio el de osadía y prudencia.

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