domingo, 14 de abril de 2013

El niño y la competencia


El niño se expresa a través del juego, aprende roles, se relaciona con otros, elabora situaciones que se le presentan en su vida difíciles de “comprender”, disfruta, se divierte, se entretiene, pero el juego también le enseña a adaptarse a un mundo competitivo, donde ganar y perder forman parte del crecimiento y jugando aprende la importancia que tienen sus habilidades y su esfuerzo para desenvolverse en ese ir y venir de logros y frustraciones.
El niño no es un adulto pequeño, es un niño que esta iniciándose en el camino de aprender, por esta razón cuando los padres o el entrenador los presionan para competir, los tiempos y la evolución natural de estos se “acelera”, y el niño se siente exigido a dar más de lo que en esos momentos quizás pueda.
El ajedrez es también un juego y cuando se pierde el simple placer de jugar es muy difícil de sostener en el proceso del aprendizaje, ya que si ingresa en el mundo de la competición fuera de tiempo se corre el riesgo de ser rotulado muy precozmente con el ser “bueno” o “malo” impidiéndole el simple placer desde pequeño de disfrutar, y darle el tiempo a desarrollarse en las habilidades necesarias y para aprender de los errores…
Lo ideal sería que no se transforme en un espacio donde se exprese la obligación del alto rendimiento y los resultados, ya que el aprender ajedrez, organiza mentalmente al niño, lo ayuda a aprender y plantear estrategias, a buscar un fin y como lograrlo, a organizar su pensamiento lógico, y en la competición, enseña a ver que existe otro y a respetarlo, para poder lograr un resultado, descentrándolo y compartiendo un espacio creativo.
Cuando existe un sentimiento positivo, aprender es más ameno y esto conllevara a más posibilidades competitivas, pero no es al revés. La presión es inversamente proporcional al logro, es decir que cuando la necesidad de triunfo asfixia el logro se aleja, ya que la capacidad de pensar libre y creativamente se reduce, y empieza el protagonismo de la ansiedad y la tensión
Es importante que los niños desarrollen su propio sentido de haber logrado cosas, a disfrutar de sus triunfos y a aprender de sus derrotas, si tienen miedo a soltarse y a expresar sus capacidades esto se asociara al sentido que cada uno tiene de sí mismo de competencia personal, este sentido es el que nos dará fuerzas para enfrentarnos a los desafíos que la vida nos impone.
El rol de los padres no es estar todo el tiempo evitando que las presiones lleguen a sus hijos, ya que no les estaríamos enseñando para la vida, siempre estamos expuestos a los vaivenes cotidianos, evitarles las presiones no es la meta, la idea sería no agregar nuevas presiones a las ya devenidas de su propia existencia y de las actividades que realiza, el objetivo sería que el niño aprenda a luchar para superarlas, porque cada día tenemos proyectos por cumplir y obstáculos por superar.
Tal vez se trate de que aprenda a superarse a si mismo, nada fácil, pero si muy necesario.
Quería compartir este artículo con vosotros, llegado recientemente a mis manos, y que creo interesante para todos aquellos padres que tenemos hijos, y están compitiendo en este o cualquier otro deporte.

13 comentarios:

  1. Gracias, Pepe, por compartir el artículo. ¿Quién es su autor/a?

    Buenas reflexiones las que en él se recogen…

    Es difícil equilibrar la balanza juego/competición/éxito/fracaso/felicidad/crecimiento armonioso/edad temprana…

    Solo el paso del tiempo dirá a los padres, educadores, monitores… si acertaron (acertamos) o no en lo que realizamos o dejamos de realizar; en los métodos que utilizamos; en las metas que nos propusimos...

    Y lo que es valedero para un niño o niña, no lo es para otro/a.

    La educación no es nada fácil... y, enseñar ajedrez, es también educar...

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    1. No te lo puedo concretar, es un artículo que llegó a mis manos junto a otros a través de un compañero y me pareció por el tema muy interesante para compartirlo con todos. Saludos

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  3. Como siempre tus entradas son estupendas.

    Esta entrada es muy densa e invita a la reflexión, cuánto menos. Los padres tenemos la obligación de educar y educar no es fácil. Y es verdad que lo que sirve para un niño, para otro igual no vale.

    Hoy en día se espera que los chicos sean perfectos en todos los ámbitos y para lograrlo se les presiona con una intensidad nunca vista.

    El padre que grita desde las gradas de una cancha de fútbol para que su hijo de ocho años rinda más y meta un gol; la mujer embarazada que le hace escuchar Mozart a su hijo aún no nacido; el rígido horario de los bebés que después, de niños, se transforma en una apretada agenda de actividades; todo ello son ejemplos de hiper-educación, es decir, de exigirle a los pequeños el rendimiento de un profesional con años de experiencia.

    Lo importante es poder decir mi niño tal o pascual. Hace no mucho tiempo los niños jugaban en la calle, se peleaban, se ensuciaban, … en definitiva se relacionaban y eran felices. Este era un entorno donde los padres no intervenían, donde no habían exigencias ni presiones. Era un entorno más placentero y feliz para el niño.

    Hoy lo importante es el éxito de los niños en todo aquello que acometen, y los padres ante esta situación sabemos que tenemos que hacer, aplaudir, gritar de alegría, abrazar, besar,…
    ¿Sabemos que tenemos que hacer cuándo el resultado no es el esperado? ¿Conocemos y somos capaces de valorar el alcance de la frustración que esto provoca sobre nuestros niños?. Creo que no.

    Habrá quien diga que tenemos que enseñar a los niños a encajar las derrotas. Claro que sí, ¿pero es está la forma más adecuada?. ¿Estamos realmente educando emocionalmente?

    No lo sé, creo que no. Son mucho los factores que hemos de tener en cuenta a la hora de educar a un infante.

    Gracias por la entrada, es muy acertada en los tiempo que corren.

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    1. Cuanta razón tienes, y qué difícil y delicado a la vez, resulta encontrar el equilibrio.

      Gracias a ti compi por tus acertados comentarios.

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  4. No comparto el contenido del artículo, que más bien parece una amalgama de ideas con poca conexión entre sí. Resumiendo mi punto de vista: el objetivo de una educación que se precie, no es la adaptación a una sociedad competitiva, sino la transformación de esa sociedad que es uno mismo. Yo, que soy competitivo, construyo una sociedad que es competitiva. Si no cuestiono esa sociedad y, por tanto, no me cuestiono a mí mismo, no cuestiono mi relación con otro ser humano, no cuestiono toda mi manera de vivir, contribuiré a crear una sociedad en la que estamos unos contra otros, luchando por la inacabable lucha por "llegar a ser", psicológicamente hablando. ¿No puede uno disfrutar del ajedrez, o de cualquier otra cosa, simplemente porque sí? ¿Es tan dífícil semejante cosa? Parece que sí, para la mayoría de las personas parece casi imposible, algo que ni siquiera se entiende. ¿Siempre estamos con el "ego" a cuestas, luchando por ser mejores que algún otro? Semejante lucha es frustración sin fin, y en esa lucha no hay felicidad ni autorrealización.

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  5. Hace tiempo que no despacho con ustedes, sobre todo despues de haber observado, no sin pesar, algunas derivas de la trayectoria de este club. Les he dejado por imposible, pero como quiera que siempre me es muy cercano el tema de los niños, me ocupa y preocupa, aquí va uno de mis aldabonazos, aunque esta vez, me limitaré a citar a un autor, que aunque oscuro, sectario y nada fiable en su pensamiento, es oportuno a la ocasión:
    "...todavía existe otra concepción específicamente japonesa acerca del sentido del deporte. Esta domina en la gran tradición de las antiguas artes marciales japonesas, se mantiene todavía hoy, aunque en una escala restrigida, y se manifiesta de vez en cuando a través de rendimientos extraordinarios llevados a cabo por los maestros japoneses. Esta antigua concepción japonesa tiene un significado secular. La verdad que entraña es igualmente válida para nosotros, suponiendo que para nosotros el sentido central del ejercicio físico, en torno a lo que todo gira, no sea el resultado, sino el hombre que lo lleva a cabo. Lo característico del deporte antiguo japones consiste en que, en la relación entre hombre y rendimiento, el acento se pone en el hombre y no en el rendimiento. No es el rendimiento lo que otorga el rango y el valor al hombre que lo lleva a cabo en una dimensión medible, sino que es el hombre el que presta a través de toda su disposición, de su modo de hacer y de su actitud, el rango y el valor al gran rendimiento. ¡Donde esta concepción prevalece, la práctica para el rendimiento bien entendida se convierte en una magnífica oportunidad para la purificación del hombre!Y el resultado mismo no vale -aunque alcance un alto nivel desde el punto de vista de su cuantificación- cuando la actitud y la forma del hombre no sean LIMPIAS en el momento de la realización.
    En una ocasión fui testigo en Japón, con ocasión de un concurso de tiro con arco, de cómo quedó descalificado un conocido arquero por las risas generalizadas del los espectadores, y se vio obligado a retirarse, porque había contraído su cara de una manera que mostraba que él estaba impuro en el momento de mayor concentración. ¿Qué quería decir impuro? ¡Que no estaba, en su hacer, libre de su pequeño Yo! De la misma manera, en un campeonato de jóvenes arqueros pude ver cómo tan sólo se otorgaba un punto en la valoración global al acierto en los blancos, mientras que se concedía la importancia principal a la actitud y la expresión. Si, en el momento del tiro, se desplaza la mandíbula hacia delante y se entorna ligeramente los ojos, esto constituye una señal de que lo que domina es una concentración desde la voluntad (actitud propia del principiantes), en lugar del recogimiento desapegado, y una apasionada ambición por dar en el blanco en vez de serenidad soberana..."
    El autor es Karlfried Dürckheim, y el texto está extraido de un pequeño ensayo titulado "El rendimiento deportivo y la madurez humana" (una obra dudosa pero curiosa). Digiéranlo si pueden...

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  6. Hay padres que quieren que sus hijos sean como Carlsen (o como Jigoro Kano si hacen judo). Pero amar a un hijo es dejar que sea lo que él realmente es, es también construir una sociedad en la que cooperemos unos con otros, y no este eterno competir. Pero para hacer eso, se necesita tener una visión muy amplia de la educación y de la vida, y no estar encerrados en nuestros pequeños "yoes", tan pequeños y limitados. Pero a "Monstruo", que nos ha traido este artículo sobre el espíritu de las antiguas artes marciales japonesas, le diría: nunca pierdas la esperanza, haz lo que tengas que hacer sin perseguir un resultado, ya que tú mismo afirmas tener esa postura. Pues demuéstralo. Si lo haces así, nunca caerás en la desesperanza. Recuerda que Krishnamurti habló durante 70 años y nunca dijo: "les dejo por imposibles". Yo, por eso, sigo escribiendo de vez en cuando. Porque sí, porque para mí significa algo.

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    1. Enrique estoy de acuerdo en esa visión que tienes de la educación y la sociedad, que por cierto, aunque no sea sobre este tema concreto hemos tratado algunas veces. Personalmente creo que una competencia sana favorecerá el desarrollo del niño o de la persona y en nuestro caso del jugador; también creo en una cultura de esfuerzo y de constancia, en el afán de superación, en perseguir metas, pero siempre que esos objetivos sean realizables, o como dice un amigo mío deben ser lo bastante cercanos para no perderlos de vista mientras se consiguen.
      No creo en imposiciones de resultados antes de empezar a andar el camino, y tampoco comparto que se trasladen a los niños a veces presiones excesivas por ganar que entiendo pueden provocar más daño que beneficio.
      En fín, con el artículo no tenía más pretensión que compartirlo con ustedes y que cada uno sacara sus propias conclusiones, creo, al igual que en otros casos, lo difícil es encontrar el equilibrio, como en casi todas las facetas de la vida.
      Un saludo a todos

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    2. Sólo puntualizar, Pepe, que la constancia surge naturalmente cuando existe un profundo interés intrínseco en aquello que se hace. Un objetivo puede ser mejorar nuestra comprensión del ajedrez, nuestros conocimientos y nuestra habilidad ajedrecística, por el simple placer de bucear en los secretos mágicos del ajedrez y disfrutar con ellos. Para hacer eso, no es necesario compararse con nadie ni, por tanto, competir con nadie. Gracias por compartir el artículo.

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    3. Querido Pepe: Considero que la "cultura del esfuerzo" no es otra cosa que la cultura de la frustración y del malestar generalizado (no todos podemos ser GM, ni puñetera falta que nos hace). Vivimos en sociedad/comunidad, lo aceptemos o no, y eso implica compromisos y tareas lo suficientemente importantes como para ser el objeto principal de ese cometido sin fin que es la educación de los infantes y la autoeducación de los que ya no somos infantes. Lo necesario, desde mi punto de vista, es cultivar la cultura de la responsabilidad: lo que haces y dices tiene un peso en tu vida y en la de los otros. Aprovecha el tiempo para formarte y no olvides que el pan que nos comemos no sale solo de la Naturaleza: alguien ha tenido que sudar para producirlo. No tienes derecho a vivir como parásito del trabajo de los otros. Eres responsable de tu vida en la medida en que está engarzada con la vida de la comunidad. Yo creo que ese es el abecé de la educación. Lo que no sé es cómo llevarlo a la práctica de modo convincente y seductor.
      PD. Gracias a los organizadores del Abierto de la Universidad de Huelva por el magnífico torneo que nos brindaron, un año más, y por sus atenciones. No hay cosa igual en nuestra geografía.

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  7. Dos frases para la reflexión:

    1.-Educar es ser un artesano de la
    personalidad, un poeta de la inteligencia
    y un sembrador de ideas.



    2.- Si la sociedad colocara la educación en el
    centro de su atención, las prisiones se volverían museos,los policías poetas, y los psiquiatras músicos...

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  8. Bonitas frases, Maria José, grandes verdades.

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